TEXAS, NOVIEMBRE DE 1997.
Volví a hacerlo. Volví a aceptar ese fajo de billetes amarillos, iban dentro de un sobre sencillo, de color amarillo. Me lo guardé en la toga, ya que así no haría mucho bulto, y entonces fue cuando abría la gran puerta, para presidir el siguiente juicio.
La persona a la que debía de juzgar era un hombre, con unas pintas de drogadicto, que pienso que no evitaría ni con un amplio maquillaje sobre la cara, le hacía falta una buena, duradera y amena ducha con mucho, mucho jabón.
Llevaba la cabeza rapada, y sobre esta un tatuaje, el cual no tenía significado alguno desde mi punto de vista, simplemente eran rayajos para aumentar el miedo hacia él. Unos grandes y gruesos pendientes le perforaban la oreja derecha, en concreto, tres.
Subí las escaleras dirigiéndome hacia mi asiento, el que presidía la sala; Una ola de calor vino de golpe hacia mí, empecé a sudar y sudar. Saqué un pañuelo que tenía en el bolsillo para secarme las gotas de sudor.
Después de eso, tomé asiento y di comienzo al juicio, escuché las declaraciones del acusado, de los testigos, y me estaba empezando a aburrir porque sabía de antemano el resultado de aquel juicio, me pareciese lo que me pareciese.
El acusado se llamaba Frank Simpson, curioso por esta serie que creo que todos conocemos, pero prosigamos, Frank era acusado de, en términos fáciles, “Robo en un banco, a mano armada, con 3 personas muertas y 2 heridos…”
Sólo había un falso testigo, comprado con anterioridad, que decía haberle visto una parte del tatuaje de la cabeza cuándo el pasamontañas que llevaba puesto en la cabeza, se dobló un poco al huir. Pero en realidad, este hombre sólo estaba en este juicio por haber engañado a un hombre de alto nivel, el mismo que me compró a mí y al testigo, y quería venganza con la muerte de Frank.
En este estado de América, existe la pena de muerte, y ese es el papel que yo desempeño, ser juez de vidas humanas. No juzgo a mi parecer, en la mayoría de juicios me sobornan con altas cantidades de dinero, y acepto, no porque yo sea una persona codiciosa, pero sí porque tengo que pagar las sesiones de quimioterapia a mi madre, a cinco enfermeras exclusivamente para ellas, comida también hecha especialmente para ella…
Y esto, con mis 4 hijos, a los que tengo que pagarles un colegio privado, por órdenes de mi ex mujer, a la que también tengo que mantener con la mitad de mi suelo. Hagan cuentas, porque a mí, no me salen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario