Emilio no hizo ni un gesto. No se enfadó, no río, nada. Todo lo que hizo fue suspirar, dio una vuelta de 180º , dio varios pasos hasta alcanzar una silla que había entre una mesita y la puerta, la cogió los reposabrazos y, junto con la silla, se dirigió otra vez hacia mi mesa y colocó la silla en frente de ésta.
Seguidamente, se sentó, se cruzó de piernas, apoyó los codos sobre la mesa dejando caer las fotografías que en ella había y luego juntó las manos y dejó en reposo su cabeza sobre sus manos cerradas.
Entonces, dejó salir de su boca unas palabras pensadas para cortar cuellos.
-No amigo, no. No estoy de broma y es más, usted… ¡Se lo merece! Por ser un sucio juez corrupto que manda al corredor de la muerte a gente inocente. ¡Es usted un gusano!.. ¿¡Qué se cree, que nadie se iba a dar cuenta!?, ¿¡Eh!?.. –tosió-.
-¿¡Y usted cómo cojones sabe nada de esto!? –Los ojos se me salían de las órbitas - ¿Me has estado espiando a caso?..
Echó unas frías carcajadas, se levantó y se fue.
Una larga tira de recuerdos recorrieron mi mente; mi séptimo cumpleaños la primera vez que vi el mar, cuando me independicé, mi boda, el nacimiento de mi primera hija… Y en todos ellos estaba presente mi madre.
No había otra, si quería saber si era verdad, debería llamar al hospital.
Sniff, quiero más ... aun no se ni de que va la historia.
ResponderEliminar¡¡ Publica algo yaaaaaaa !!
Muy bien, Gema. Esto promete...
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