viernes, 4 de noviembre de 2011

EL JUEZ DEL PERDÓN ETERNO - CAPÍTULO 3. ~

Emilio no hizo ni un gesto. No se enfadó, no río, nada. Todo lo que hizo fue suspirar, dio una vuelta de 180º , dio varios pasos hasta alcanzar una silla que había entre una mesita y la puerta, la cogió los reposabrazos y, junto con la silla, se dirigió otra vez hacia mi mesa y colocó la silla en frente de ésta.

       Seguidamente, se sentó, se cruzó de piernas, apoyó los codos sobre la mesa dejando caer las fotografías que en ella había y luego juntó las manos y dejó en reposo su cabeza sobre sus manos cerradas.

Entonces, dejó salir de su boca unas palabras pensadas para cortar cuellos.

  -No amigo, no. No estoy de broma y es más, usted… ¡Se lo merece! Por ser un sucio juez corrupto que manda al corredor de la muerte a gente inocente. ¡Es usted un gusano!.. ¿¡Qué se cree, que nadie se iba a dar cuenta!?, ¿¡Eh!?.. –tosió-.

  -¿¡Y usted cómo cojones sabe nada de esto!? –Los ojos se me salían de las órbitas - ¿Me has estado espiando a caso?..

Echó unas frías carcajadas, se levantó y se fue.

Una larga tira de recuerdos recorrieron mi mente; mi séptimo cumpleaños la primera vez que vi el mar, cuando me independicé, mi boda, el nacimiento de mi primera hija… Y en todos ellos estaba presente mi madre.

     No había otra, si quería saber si era verdad, debería llamar al hospital.

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